martes, 30 de octubre de 2012

Judith Rich Harris...porqué los padres pueden influir muy poco en sus hijos

Judith Rich Harris
Judith Rich Harris
 
Hace unos años, leí gracias a una amiga, el maravilloso libro de Judith Rich Harris 'El mito de la educación: porqué los padres pueden influir muy poco en sus hijos' (1992). Como pueden imaginarse, los libros que habían caído entre mis manos hasta ese momento decían lo que yo debía hacer en la crianza de mis hijas para que ellas 'salieran bien', algo así como si pones todos los ingredientes necesarios, haces la masa y la cueces, entonces el pastel saldrá perfecto y riquísimo! O, la metáfora de la plantita....no la escribiré, ya la conocemos... Claro que, en este caso, estábamos hablando de niñas y estas metáforas que tanto se usan en la calle a mí siempre me parecieron nefastas. ¡Niñas y masas!¡Niñas y plantas! Pero, qué tienen que ver!!

Así, cuando leí  'El mito de la educación' no sólo me pareció verdaderamente asombrosa su perspectiva, que niega la tan aceptada idea de que la personalidad del niño 'es formada o modificada por los padres del niño', sino que también me pareció muy interesante la vida y recorrido profesional de la autora.
El Mito de la Eduación - Judith Rich Harris

Respecto a su carrera profesional, Rich Harris dice claramente que los dioses tienen sentido del humor. Y lo tienen porque, en su caso, treinta y siete años antes de que la Asociación Ameriana de Psicología le otorgara el  premio George A. Miller por un 'sobresaliente y reciente artículo de psicología'; el mismo George A. Miller jefe del Departamento de Psicología de Harvard le negaba el título de doctora porque pensaba que no había hecho méritos suficiente para merecerlo. Además, cuenta en el Prólogo del libro que cuando publicó su artículo en la reconocida revista Psychological Review los lectores contactaron con ela no necesariamente para discutir sus argumentaciones sino más bien para saber porqué carecía de títulos universitarios. porqué no contaba con mentores, agencias e instituciones que respaldaran su investigación. Dice, 'No era, por lo tanto, una profesora; ni siquiera una licenciada. Nadie había oído hablar de mí y ahí estaba yo, publicando un artículo en la revista académica más importante y distinguida [...].' Y esto, sumado a una enfermedad, le permitieron pensar y desarrollar sus ideas fuera de la universidad, 'De modo que escapé del adoctrinamiento. [...] La mía era una mirada marginal al sistema, y en eso ha consistido la diferencia. No tuve que comulgar con lo conmúnmente asumido por el estamento académico; ni tampoco me comprometí con créditos ni becas de instituciones.'

La perspectiva que desarrolla en su libro va a enfrentarse directamente con aquellos mitos de la psicología más tradicional que básicamente han considerado que los padres tienen algún efecto a largo plazo en la personalidad de sus hijos (si pones bien todos los ingredientes....). Así, se ha instalado la idea de que si haces lo que debes, obtendrás el resultado adecuado. Judith Rich Harris va a comenzar su trabajo preguntándose si esta idea es así a lo que va a responder que 'no'.  Usualmente, va a argumentar, los investigadores han partido de una idea preconcebida de que hay buenos métodos de educación de los hijos y de que los padres que los emplean tendrán mejores hijos que aquellos que usan los métodos menos recomendables. 'Mi primer trabajo consiste en mostrar que esta creencia sobre la educación de los hijos no es nada más que una mera creencia.Mi segundo objetivo consiste en convencerte de que es una creencia poco fiable. Y el tercero consiste en sustituirla por algo que ocupe su lugar.' Y así, va a intentar responder una sencilla, pero a la vez complejísima, pregunta: porqué los hijos salen como salen.

Muy sintéticamente, la autora sostendrá que, además de los genes, de las experiencias en casa, es el grupo dentro del cual el niño se relaciona con sus pares (socialización a través del grupo) lo que tendrá mucho más importancia - sobre los otros aspectos - en la constitución de su personalidad. Ya que los contenidos que los niños aprenden dentro del hogar suelen ser irrelevantes fuera de los mismos, en el mundo que les rodea.
Los niños, por ser niños, se identifican con el grupo de otros niños como ellos y asumen las normas del grupo. Los niños aprenden de otros niños la mayor parte de lo que necesitan saber.

Su argumentación, que pone en cuestión las creencias tradicionales sobre la crianza de los hijos, además de interesante y novedosa es revolucionaria ya que sostendrá que los niños también tienen efectos sobre sus padres. Por ello, la educación no es algo que los padres hacen a sus hijos, sino - especialmente - algo que padres e hijos hacen conjuntamente.

'La idea de que podemos conseguir que nuestros hijos salgan como nosotros queremos es una ilusión. Olvídala. Los niños no son unos lienzos en blanco en los que los padres puedan pintar sus sueños. No te preocupes lo que te digan los consejeros. Quiere a tus hijos, porque sale de ti, no porque pienses que lo necesiten. Disfruta de ellos. Enséñales lo que puedas. Relájate. Cómo salgan, no es en modo alguno, un reflejo de cómo los hayas cuidado. No puedes perfeccionarlos ni echarlos a perder. No son tuyos como para hacer cualquiera de esas dos cosas: ellos pertenecen al mañana.' [p. 453]

Pero Harris exige al lector una lectura fiel a su libro: 'Quiero que me prometas que no irás diciéndole por ahí a la gente que yo he dicho que no importa cómo tratas a tus hijos. Yo no digo eso, ni siquiera implícitamente, ni tampoco creo en ello. No está bien ser cruel con los niños o descuidarlos. No es correcto por muchas razones, pero sobre todo porque los niños son seres humanos sensibles, pensantes y sintientes, que dependen por completo de los mayores en sus vidas. No podemos tener su futuro en nuestras manos, pero sin duda tenemos su presente y tenemos el poder de convertir ese presente en un infortunio.'


lunes, 8 de octubre de 2012

Llueve....

Gente que ve llover, gente que llueve
Carlos Marzal

Esta obediente lluvia vespertina,
que está doblando la vida sobre el mundo,
que percute en las cosas, tan flemática,
no está lloviendo aquí, no se desploma
sobre el presente ni sobre el espacio.

Esta destreza con que el cielo pulsa
la cuerda musical de cuanto duerme,
para despabilarlo en armonía
durante el cumplimiento del crepúsculo,
no ocurre vertical,
no capitula aquí desde sus cumbres.

Lloviendo está como si no lloviese,
como si nunca hubiera dejado de llover.
Es una lluvia horizontal que anega
los maizales dorados del ensueño,
que empapa, sin mojar, la fantasía.

Está lloviendo a todo,
la inmemorial,
nuestra contemporánea,
está lloviendo a aquello que no existe,
está batiendo casi cualquier lluvia,
cualquier asunto humilde está lloviendo:
llueve la mano franca,
llueve conformidad con lo cercano,
llueve clemencia en lo que más conozco,
llueve la adoración por lo sencillo.    

La lluvia ese fenómeno del alma
                                       No hay progreso que sirva y que nos cale.

El arte de llover será el de siempre.
La lluvia de vivir no cambiará.

Somos gente que llueve,
gente que ve llover sobre la tierra.          
La lluvia, la canora,
está asperjando el tiempo
con su hisopo invisible.
 
Hoy llueve. Es cierto que con el comienzo del otoño, la lluvia hace acto de presencia por estos lugares. Tiene un no se qué que te empuja a pensar. 
 
Este poema me encanta y lo he podido leer por primera vez gracias a Maribel, mi amiga, lectora, escritora y un sin fin de cosas más. No he sido nada original, simplemente se lo he copiado, Gente que ve llover, gente que llueve!http://carlos-marzal.blogspot.fr