miércoles, 27 de abril de 2016

El cuaderno de recetas

¿Quién no tiene uno? Yo lo tengo, y está lleno de anotaciones, recortes, recetas escritas por mis hijas, recetas recortadas de una revista, papelitos pegados con anotaciones, cuentas para adaptar las cantidades de los ingredientes, anotaciones de libros que quiero leer, algún poema borroneado. El mío tiene también rastros de restos de harina, una gota de salsa por ahí y los dedos marcados de alguien.

Dicen algunos que la cocina y la literatura tienen una larga relación. Existe una larga tradición de escritoras cocineras, como Emilia Pardo Bazán, Georges Sand o Jane Austen. No se crean que la cocina es exclusiva de las mujeres, también hay algunos escritores como Gunter Grass que en "El rodaballo" presenta muchas e interesantes recetas culinarias. Muchos suelen hablar, también, de la 'cocina de la escritura' para hacer referencia a la trastienda de la creación, a los pasos seguidos y hasta a los elementos utilizados.


Todo esto vino a mi memoria cuando leí las referencias del libro 'La mano de Marguerite Yourcenar. Cocina, escritura y biografía. Cuadernos de recetas (1950-1987), de Sonia Montecino y Michéle Sarde.  En éste texto, se recorre la vida de Yourcenar y se reúnen las recetas que ella transcribió, a mano o a máquina, recortando o pegando de revistas o periódicos, a lo largo de su vida.

                                        

Dicen las autoras que con el cuaderno de recetas, la autora se convertía en mujer. Así, sus manos iban del papel y la escritura a las cebollas y las hierbas aromáticas, a la harina y el ajo y mediante este ir y venir, Yourcenar se humanizaba y se feminizaba. Dice María L. Picabea que "Las recetas permiten entrar en ese universo cotidiano tan afanosamente preservado por la escritora como reinterpretar algunos pasajes de sus obras."

"Amaso el pan, barro el umbral; después de las noches de mucho viento, recojo la madera muerta..."



Resultado de imagen de marguerite yourcenar imagenesDicen además, que su cocina, es la de una mujer expatriada que allí encuentra su identidad. Cuando la distancia y la memoria borran de a poco los lugares conocidos, las personas y los aconteciemientos; el paladar rememora las delicias de otros lugares y de otros tiempos, los sabores de la infancia, los de la propia cultura. También, la cocina nos acerca a nuevos lugares, a nuevas personas  y a una nueva cultura.





lunes, 25 de abril de 2016


Le dicen 'Bolek'


Caminando por las calles parisinas, me encontré con este personaje que encarna 'la resistencia cultural urbana'. Se llama Boleslas Wolak, alias Bolek, y es el guardián de la plaza Franz Listz. A pocos metros de la Iglesia Saint-Vincent-de-Paul, Bolek tiene su pequeñísima librería. Vende libros usados.

Dice que vienen a verlo de todas partes del mundo, y la gente del barrio dice de él que es casi casi una estrella. Comerciante vagabundo, un poco raro, el hombre habla de literatura. Ha leído todos los libros de su librería y, además, pinta.

Este admirador de Van Gogh, de mirada azul profunda, sonríe y habla sin parar. Me ha escrito en la portada de un libro que le he comprado: 'Merci pour tout: Vivre la liberté d'espression' (Gracias por todo. Viva la libertad de expresión!).

En el libro 'Je voulais pas crever. Petit Manuel de Resistence Urbaine de Bolek', escrito conjuntamente con  Laurent Bosq, dice: "Yo no soy un mendigo, yo no pido ninguna ayuda social. Hace casi veinte años que lucho contra los molinos, contra los administradores, contra el frío, contra el calor y la mirada de los otros, sólo para que me dejen trabajar. Mi combate, es mi vida..." [Traducción mía]