miércoles, 22 de agosto de 2012


 'Sueños en el umbral'

'Cuando te ves atrapada, desvalida tras los muros, sueñas con escapar. Y la magia surge cuando entiendes ese sueño y haces que las fronteras se desvanezcan. Los sueños pueden cambiar tu vida y, a la larga, el mundo.' 


'La naturaleza es la mejor amiga de una mujer. Si tienes problemas, nada en el estanque, tiéndete en un prado o contempla las estrellas. Así cura una mujer sus miedos.'
  
Fatema Mernissi

Que las mujeres han estado relegadas, o silenciadas, de la literatura, de su práctica y de su historia no es algo nuevo. Es cierto, son pocas, ¡poquísimas! Pero pese a todas las dificultades a las que se enfrentaron esto no impidió que escribieran en todas las épocas. Y aún así todavía cuesta que se acepten sus producciones.

¿Hay algo tal como la literatura femenina o simplemente deberíamos hablar de una literatura escrita por mujeres? Bien, a nuestro primer interrogante, muchos responden que no existe una literatura femenina, lo que existe es buena o mala literatura independientemente del género de quien la realiza. Aunque los criterios empleados para realizar dicha demarcación aún hoy no están del todo claros. La respuesta a nuestro segundo interrogante es más sencilla y obvia: existe una literatura escrita por mujeres.

También es cierto que el uso del concepto ‘femenino’, en lo que ha literatura respecta, no goza, ni ha gozado, de prestigio. Ya que se suele asociar la idea de ‘literatura femenina’ con lo sentimental, con lo personal o autobiográfico o con la novela rosa. Aunque bien mirado, ¡qué más da! ¡Qué escriban las mujeres!

A mí me gustan los libros escritos por mujeres. Como dice Virginia Woolf, “Me gusta su falta de convencionalidad. Me gusta su entereza. Me gusta su anonimia.” Y este es el caso de uno que me ha gustado muchísimo ‘Sueños en el umbral: memorias de una niña del harén’ [1994], de la escritora y socióloga marroquí Fatema Mernissi (Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2003).

 

 
En este libro, Mernissi nos relata, a camino entre la imaginación y la realidad, en la voz de una niña, su infancia en un mundo cerrado de mujeres: el harén. Un mundo delineado por fronteras, la hudud. En este mundo, Fatema cuenta sus vivencias y experiencias, las de su madre y sus abuelas –especialmente Yasmina, o Lalla Mani -, las de algunas de sus tías – Habiba - y primas – Chama o Malika -. En su relato, nos transporta a la vida de estas familias marroquíes, con sus tradiciones, su lenguaje y su cultura. 

Siempre indagando, a veces junto a su primo Samir, y otras muchas sola, acerca de esto que llaman el harén. Lugar del espacio privado donde las mujeres permanecen encerradas, y donde están aisladas – salvo por una radio clandestina a la que recurren – del mundo exterior, pero sin dejar de saber qué pasa en él. 

¿Qué es un harén? Se pregunta la pequeña Fatema; ¿es que siempre ha habido harenes? , ¿qué diferencia al harén de Fez – el suyo - del de su abuela Yasmina? “Siempre que intentaba averiguar más sobre la palabra ‘harén’, se producían encarnizadas discusiones. No había más que pronunciar la palabra y empezaban a correr los comentarios mordaces. […] Cuando alguien quería iniciar una guerra en el patio, no tenía más que preparar el té, invitar a unas cuantas personas a sentarse, pronunciar la palabra ‘harén’ y esperar media hora o así.” [p. 46] 

Hay diferentes fronteras, nos dice, y éstas inevitablemente trazan una línea de poder, porque “dondequiera que haya una frontera, hay dos clases de criaturas que caminan por la tierra de Alá. De un lado los poderosos; y, de otro, los impotentes. Pregunté a Mina cómo sabría yo en qué lado estaba. Su respuesta fue rápida, breve y clarísima: -Si no puedes salir; estás en el lado de los impotentes.” [p. 250]

Sin embargo, y a pesar de las fronteras, del encierro y de los conflictos, la vida podía llegar a ser agradable, “en especial porque todo iba acompañado de hanan, una cualidad emocional marroquí […]  que básicamente consiste en una corriente de ternura que fluye con naturalidad, despreocupada y siempre disponible.” [p. 23]

En el harén de Fatema, y en el día a día, las mujeres transitan por la imaginación, la lucidez y la solidaridad, así como también producen pequeñas subversiones cotidianas al orden establecido: representan obras de teatro, cuentan cuentos, hablan, discuten, bailan, bordan y cantan. En todas estas historias, las mujeres construyen sus propias alas para así poder salir libremente del harén. Esta idea, recorre el libro y la vida y experiencias de sus protagonistas: las mujeres del harén de Fatema no se resisten a perder su libertad o la de sus niñas. A través de las palabras, las mujeres construyen sus alas para poder saltar las fronteras y poder emprender una vida en libertad.

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